El incorruptible paso del tiempo en Sevilla

La ciudad de Sevilla conserva un recorrido cultural que camina entre capas arqueológicas y elementos remotos que permanecen inalterables gracias al mutismo de la historia. Las piedras no hablan, claro, y lo que sigue enterrado, enterrado está, evitando de alguna forma la encarecida atmósfera que te puede otorgar el polvo.

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, y sabiendo que la santidad de Fernando III planeó las bienaventuradas vicisitudes de la ciudad hace pocos días, nos atrevemos a poner en manifiesto parte de esa extraña, y macabra, tradición de mantener a ciertos ilustres personajes tras el velo incorrupto de la momificación.
En la vertical Híspalis tenemos tres figuras que se enmarcan dentro de estos contenidos: el citado Fernando III; Doña María Coronel; y Santa Ángela de la Cruz.

El monarca y patrón de Sevilla, permanece en la Catedral como sabemos, en una urna de plata labrada por Laureano de Pina, que se encuentra en las gradas del altar donde está la Virgen de los Reyes. El pasado 30 de mayo fue su festividad, mostrándose la urna donde yace la momia para que la gente pueda contemplarla.

Otra visión, aunque todas suelen ser leyendas, cuenta que el rey Pedro el Cruel se obsesionó tanto con María Coronel que ésta tuvo que esconderse en un convento -no podemos dejar de pensar en el imaginario mitológico que la historia nos ofrece-.
El monarca dio con ella y la persiguió hasta que María tomó una decisión drástica: echarse aceite hirviendo en la cara, desfigurándose así su rostro para que el rey la dejara tranquila. Más tarde, el afligido rey, devolvió las posesiones de su familia y las rentas confiscadas. Con ellas, María y su hermana Aldonza fundaron el convento de Santa Inés.
El cuerpo de María estuvo enterrado en un sepulcro junto a su marido, Juan de la Cerda, y una hija pequeña. Con motivo de unas obras, las monjas decidieron trasladarla a otra parte y fue entonces cuando descubrieron que el cuerpo estaba momificado. Cada 2 de diciembre se venera a esta figura en el convento de Santa Inés.

Ángela de la Cruz fundó en 1875 la congregación Hermanas de la Compañía de la Cruz, desempeñando una gran labor social con los más desfavorecidos. En el convento de la calle Santa Ángela de la Cruz se puede visitar la capilla en la que se encuentra el cuerpo embalsamado de este personaje, cubierto de cera en manos y rostro.

Esta dura fenomenología de los hechos nos hacen ser partícipes de lo que los egipcios ya practicaban en la antigüedad: un modo de entender la sublimación de la vida de forma caprichosa y elemental, como si la oxidación del cuerpo fuera algo ignominioso y tuviera que ser frenado, para atravesar las puertas de la vida eterna con un signo de misticismo donde cuerpo y alma ridiculizan al paso del tiempo.