Sevilla viva, antes y después: Patio de Banderas

Cualquier persona, visitante o residente, que haya circulado a través de la laberíntica experiencia que supone ir al Real Alcázar, acaba su periplo saliendo por el Patio de Banderas: esa plaza rodeada por naranjos y cerrada por la muralla.
Este reconocible emplazamiento debe su nombre a un haz de banderas que estuvieron pintados sobre la puerta de la muralla que da acceso al patio desde la Plaza del Triunfo. Hasta el año 1771 fue conocida como Plaza Grande cuando, el jurista y político Pablo de Olavide, decidió denominarla Patio de Banderas, nombre por el que también era conocida de forma popular.

En la década de 1970, se encontraron en el subsuelo restos arqueológicos que no fueron aprovechados con el suficiente calado pero, a principios de 2011, y a través de distintas excavaciones realizadas en su interior, fueron hallados vestigios arqueológicos que quizás guardan el rastro más antiguo de la ocupación humana en la ciudad: los restos de lo que pudo haber sido una cocina árabe usada durante la primera mitad del siglo VIII, además de las ruinas de un edificio de la Híspalis romana, los restos de un complejo medieval visigodo y paleo-cristiano, un asentamiento turdetano y también fenicio.

Uno de los usos que tuvo este singular espacio fue el de entrada al apeadero para caballos del Real Alcázar, la principal razón por lo que el suelo de esta zona siempre ha sido de tierra.
El apeadero, con portada de estilo manierista, fue encargado por Felipe III en el siglo XVII y diseñado por el arquitecto Vermondo Resta entre los años 1607 y 1609. Felipe V situó aquí la Real Armería por lo que necesitó desarrollar la intervención de Ignacio de Sala y Juan Vergel en 1729, añadiendo en la portada se añadió un escudo heráldico real.

Los naranjos fueron plantados a mediados del siglo XIX y, en 1928, se colocó una fuente central realizada por el artista José Lafita Díaz, consolidando el aspecto que actualmente conserva con la colocación de aceras de adoquines en los laterales y con un suelo de albero en el centro.

Dentro del lógico anecdotario que podemos encontrarnos en este lugar, el pintor Joaquín Domínguez Bécquer (tío de Gustado Adolfo y Valeriano Bécquer), tuvo tanto su casa como su taller de pintura en este patio.
Actualmente, el Patronato del Real Alcázar espera de disponer del presupuesto necesario para acabar la musealización que permita hacer un recorrido completo del yacimiento arqueológico.