Los Caños de Carmona como testigo mudo del tiempo

Se refiere al tramo que cruzaba el arroyo Tagarete (aproximadamente a la altura donde estaba el Puente de Carmona) con el popular Puente de las Madejas, por el que pasaba el tranvía que daba servicio al alejado barrio de La Calzada.
Los mal llamados Caños de Carmona tenían sus orígenes en unos manantiales localizados en los Cercadillos de la Huerta de Santa Lucía, en Alcalá de Guadaira, de aproximadamente 17,5 km. de los cuales la mayoría eran subterráneos, hasta llegar a Torreblanca (que por ello tomó el nombre de los Caños) donde debido al desnivel que se producía se levantó un acueducto de 4 km. que llevaba el agua a la ciudad de Híspalis.

Tiene su origen esta obra de ingeniería en la época imperial romana. Los estudiosos creen datarla durante los años en que el enamorado de Sevilla, Julio César, fue cuestor de la misma (años 68 a 65 a.C.). En tiempos de la dominación visigoda se abandonó el mantenimiento de dicho acueducto, tanto que llegó a cegarse y desaparecer y, durante varios siglos, la ciudad se abasteció de las aguas salobres que se extraían de pozos que se excavaban en las márgenes del río, más allá de donde la marea no llegaba. Esas fueron también las aguas que consumía la población de Isbiliya hasta que, Abu Yusuf Yaqub -califa almohade, artífice del engrandecimiento de la ciudad-, decide solucionar el problema de suministro de agua potable que padecía la ciudad, encargando la reparación del antiguo acueducto romano que había aparecido fortuitamente, después de ejecutar unas obras urbana, además de la construcción de unos grandes aljibes en el centro de la ciudad (Plaza de la Pescadería) donde almacenar el agua traída, desde donde se distribuía a las distintas fuentes públicas y edificios relevantes.

Este acueducto estuvo en funcionamiento hasta finales del siglo XIX y fue demolido en 1912, ante las continuadas quejas que los vecinos del lugar y del barrio de la Calzada dirigieron al Consistorio, ya que el lugar se había convertido en escondite y acomodo de maleantes y de “personal no grato”, por lo cual, los responsables de la ciudad accedieron a derribarlo “por el escaso interés cultural que el susodicho acueducto representaba”. Actualmente sólo quedan de él tres tramos: uno en el barrio de los Pajaritos, en el cruce con la Ronda del Tamarguillo; otro en la calle Luis Montoto esquina con calle Jiménez Aranda; el tercero apareció al derribar el puente Carmona en las obras de principios de los noventas, y son parte de los restos que cruzaban el arroyo Tagarete a su paso por la Puerta de Carmona y que se conocía popularmente como el Puente de las Madejas. También se puede observar en la muralla que transcurre por el callejón del Agua, restos de la canalización almohade y de la más reciente, esta a través de cañerías cerámicas, que llevaban el agua al alcázar.

Anteriormente el acueducto arrancaba desde Torreblanca de los Caños y lo componía 400 arcos (hay quien apuesta por 390, según la descripción que hacía un viajero alemán llamado Jerónimo Münzer) en 1495, hasta los 410 que describe Ponz, algunos de ellos duplicados, debido al fuerte desnivel que en algunos tramos había. Según todos los datos, el acueducto -en época almohade- se bifurcaba a la altura de lo que hoy es la calle Luis de Morales, para dirigirse hacia el palacio de la Buhaira, y desde allí continuar su trayectoria hasta llegar al interior del Real Alcázar.

El tramo principal continuaba su recto recorrido a través toda la calzada de Carmona (calle Oriente) hasta su conexión con la muralla en la denominada Puerta de Carmona, donde siguiendo el antiguo recorrido del decumenus máximus de la vieja Híspalis (actual calle Águila), penetraba en centro, depositando sus ricas aguas en los aljibes que a los efectos se habían construidos en la zona del antiguo foro, desde donde se repartía a las distintas fuentes de la ciudad, edificios públicos y a las viviendas de los notables.